Cada tercer jueves de noviembre, la UNESCO celebra el Día Mundial de la Filosofía para recordar que pensar juntos sigue siendo un acto radicalmente contemporáneo. La efeméride subraya el valor duradero de la filosofía para el desarrollo del pensamiento humano, el diálogo entre culturas y el ejercicio del espíritu crítico.
En un calendario lleno de días internacionales, este tiene algo singular: no se celebra un objeto, sino una actividad. Filosofar es preguntar, incomodarse, discutir con argumentos. Y muchas de esas conversaciones, desde los banquetes griegos hasta las tertulias modernas, han tenido un invitado silencioso en la mesa: el vino.
No sabemos qué beberían hoy Sócrates, Epicuro, Nietzsche o Hannah Arendt si se asomaran a una carta de vinos contemporánea. Por ello, más que imaginar “el vino favorito” de cada pensador, desde Bodegas Protos vamos a tratar de buscar afinidades de carácter. Filósofos que escriben con claridad cortante piden vinos precisos; quienes se pierden en sistemas densos y lentos piden tintos de larga crianza; las filosofías de la alegría sobria, vinos frescos, sin artificio.

Desde ahí, proponemos cuatro maridajes posibles entre filósofos y vinos de Protos.
Sócrates no dejó nada escrito. Lo conocemos por las voces de otros, pero en todos ellos aparece igual: caminando por Atenas, preguntando, desmontando certezas, abriendo huecos para que el interlocutor piense por sí mismo. Su filosofía es diálogo, ironía, paciencia. No hay grandes sistemas, sino una conversación que nunca termina.
Un tinto como Protos Roble encaja bien con ese perfil. Es un vino directo, apoyado en la Tinta del País, con fruta nítida y una crianza breve que añade estructura sin encorsetarlo. Tiene suficiente cuerpo para sostener la charla, pero no exige silencio solemne alrededor. Acompaña una discusión larga sin imponer su voz, como Sócrates acompañaba a sus discípulos en la plaza.

Si Sócrates se sentara hoy en una taberna castellana, quizá pediría algo así: un vino honesto, con carácter, capaz de estar muchas horas en la mesa mientras las preguntas se encadenan una detrás de otra.
Epicuro es uno de los pensadores más malentendidos de la historia. Su filosofía se asocia al hedonismo desmedido, pero sus textos —y las cartas que conservamos— insisten en lo contrario: la felicidad tiene más que ver con un placer sobrio, con la ausencia de miedo y dolor, que con el exceso. Una buena conversación, un jardín, un pan sencillo, un poco de vino.
Para ese espíritu de alegría medida, un blanco como Aire de Protos funciona como una escena en sí misma. Es un vino fresco, aromático, con buena acidez y un perfil limpio, pensado para disfrutarse en un registro informal pero cuidado. No busca deslumbrar, sino acompañar el momento justo: una tarde luminosa, una mesa pequeña, un grupo reducido de amigos.

Epicuro defendía que la verdadera riqueza está en necesitar poco. Aire de Protos se mueve en esa misma lógica: basta enfriarlo bien, abrirlo a su ritmo y dejar que sostenga una conversación en la que el placer no hace ruido, pero se nota.
Nietzsche escribe como quien camina al borde de un precipicio. Sus textos están llenos de imágenes, de golpes, de frases que todavía hoy incomodan. Critica la moral establecida, discute con la tradición filosófica europea, interpela al lector. Es un pensamiento que no se deja leer de fondo mientras suena otra cosa: exige implicarse.
Un vino como Protos 27 puede ser un buen compañero para esa lectura. Es un tinto de capas, pensado al detalle, con una concentración notable y una crianza que aporta profundidad sin restar frescura. En boca tiene estructura, tanino bien dibujado y un recorrido largo, de los que dejan recuerdo.

Compartir Protos 27 mientras se abre Así habló Zaratustra o Más allá del bien y del mal es aceptar que no estamos ante un vino “fácil”. La acidez sostiene el conjunto como el ritmo interno sostiene las frases de Nietzsche; el tanino marca el pulso, como sus afirmaciones tajantes; el posgusto funciona como esas ideas que siguen trabajando en la cabeza mucho después de cerrar el libro.
Hannah Arendt pensó el siglo XX desde dentro de sus sombras: el totalitarismo, la banalidad del mal, la fragilidad de los espacios públicos. Pero lo hizo con una escritura sorprendentemente clara, que no renuncia a la complejidad, pero intenta siempre ser legible. Hay en ella un compromiso con el mundo tal y como es, y con la responsabilidad de cada uno en él.
Un vino como Protos 9 meses dialoga bien con esa idea de lucidez responsable. Es un tinto que apuesta por la fruta franca, por la expresión directa de la Tinta del País, con una crianza que afina sin disfrazar. Al estar elaborado a partir de viticultura ecológica, introduce además una dimensión de coherencia con el entorno y el origen.

Beberlo mientras se leen fragmentos de La condición humana o Los orígenes del totalitarismo tiene algo de ritual discreto: un vino con nervio, limpio, que mira al futuro sin perder la raíz, frente a una autora que nos pide pensar qué hacemos de verdad con el tiempo, la acción y el mundo que compartimos.
Cada lector podrá imaginar sus propios maridajes: tal vez un Gran Reserva para una noche con Kant, Sauvignon blanc para dialogar con Simone de Beauvoir, un tinto de trago más ágil para conversar con amigos sobre el futuro. Desde la Ribera del Duero, las botellas de Protos pueden sumarse con naturalidad a ese juego de afinidades: vinos con carácter, pensados para estar en la mesa mientras las ideas se mueven.
Al final, quizá filosofar y descorchar una botella tengan algo en común: en ambos casos, lo importante no es el gesto aislado, sino lo que ocurre después. Lo que se dice, lo que se pregunta, lo que se comparte. Lo que permanece, cuando la copa está vacía y la conversación sigue.