Este 18 de agosto recordamos a Federico García Lorca, cuya voz pocas veces envejece porque nace del pueblo, del duende, de algo ancestral que se llevó dentro. Su «Romance sonámbulo» tiene la fuerza de lo insoportable.
Esos versos no están escritos para leer, sino para sentir: el color verde se desliza como deseo y presagio, con la violencia inquietante de lo que está vivo y puede romperse. Lorca entendió que la poesía se bebe desde adentro y, como un vino sólido, deja poso.
“La luna vino a la fragua…” sigue esa estela soñada, donde la noche estalla y, sin aviso, se vuelve estremecimiento total de luz y silencio. Es un momento suspendido entre el miedo y el éxtasis.
Lorca, con esa intuición más visceral que intelectual, nos ofrece la poesía como se ofrece una copa en silencio: para que fluya y nos atraviese, no para que la entendamos.
No se trata de maridar platos, sino de encontrar un vino que dialogue suavemente con ese recuerdo poético:
Para la mirada onírica de “verde que te quiero verde”, algo luminoso, claro, lleno de raíces. Un Verdejo que respete el frescor y lo tiña de profundidad, como si el verso se abriera en copa.
Para la luna que entra en la fragua, hay que buscar brillo. Un Sauvignon Blanc lleno de expresión, como el momento justo que solo la poesía sabe describir.
Y para el peso callado del deseo, el vino de crianza es el Protos Crianza, cálido, largo, reticente y generoso.
No es un guion, sino más bien una conversación silenciosa entre las botellas y los versos, donde el vino puede ser puente, memoria, paciencia compartida.
No es necesario explicar por qué los poemas de Lorca siguen presentes, sino recordar que cada lectura es de nuevo un doble nacimiento. Que cada sorbo de un vino bien elegido puede ser esa lectura convertida en emoción, en duende que corre por la piel.
Así que este 18 de agosto, después de leer unas líneas suyas, sirve una copa sin protocolo. Que ese instante simple, compartido o solo, hable más que mil análisis. Porque, como él mismo dijo, «el poema… es solo agua sacada del pozo del pueblo; hay que devolvérsela en forma de belleza». Y brindar es una de esas formas.